Seguía a este periodista desde
su etapa en la Cadena Ser, aunque ahora no era espectador de su último programa
en Cuatro TV (mi horario laboral no me daba opción). Sin ser un incondicional,
reconocía su carisma y capacidad y, siendo aún muy joven, Los Mejores de
entonces habían apostado por él. Todo apunta a que ha sido apartado de antena
porque su línea editorial molestaba al Gobierno del Partido Popular.
Me he tomado unos días antes
de crearme una opinión al respecto. Siendo un negocio privado, podría
argumentarse que sus dueños están en su derecho a llevarse bien con quien quieran; pero en un sector especialmente regulado y con tal
transcendencia para la vida pública, es preocupante ver con cuánta facilidad se
activan los resortes del poder debido a los insuficientes contrapesos de
nuestra arquitectura institucional (en este caso veremos en el futuro próximo
un nuevo proceso del Gobierno para la concesión de más licencias de televisión
digital terrestre en abierto, una vez que ha sido reordenado el espacio
radioeléctrico para hacer sitio a la tecnología 4G). Y por otra parte, es de
sobra conocida la afición de estos mismos dueños de negocios privados para ejercer
su propia influencia en los asuntos públicos.
Después he leído que los
seguidores del programa promovieron una campaña contra su destitución,
difundida en las redes sociales y con cierto eco en los medios competidores del
grupo (pero con alguna excepción, el motivo fundamental de la difusión de esa
acción ha sido hacer valer sus marcas más que por solidaridad profesional)… y
poco más. Las asociaciones de periodistas han permanecido, otra vez, en flagrante
silencio.
El boicot a los anunciantes
parece injusto -y sería contraproducente- pues no han sido los responsables del
cese y además el elegido para sustituir al cesado es al menos tan capaz y
profesional como su predecesor y sus trabajos antecedentes definen un perfil
editorial similar. Por otro lado, que se pretenda construir una teoría
persecutoria por parte de las fuerzas políticas que más espacio ocupaban en el
programa intervenido sólo es producto
de una miopía egoísta aguda.
Desde el comienzo de la
legislatura el Gobierno del PP, a través de la mano ejecutora de la
Vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, se ha caracterizado por su estricto
control de RTVE, un ente público al servicio de los ciudadanos, un órgano del
Estado y no del Gobierno, con salidas traumáticas de periodistas como Fran
Llorente, Xabier Fortes, Ana Pastor, Toni Garrido, Juan Ramón Lucas… Los resultados
han sido nefastos, con inmensas pérdidas de credibilidad y audiencia, en una
vuelta de tuerca de lo que ya perpetró el mismo partido en su anterior etapa de
mayoría absoluta y con el agravante de desmontar un modelo en el que por fin
nos empezábamos a reconocer la mayoría. Una RTVE independiente y de calidad
sería sin duda una fuente de poder blando en el exterior y pondría en valor los
activos culturales que tenemos como país.
También en este periodo, la
debilidad del sector periodístico empresarial, confluencia del cambio de
paradigma desde la prensa escrita al soporte digital y del alto endeudamiento
de muchos conglomerados mediáticos (que crecieron a base de compras apalancadas
y que desde hace unos años se enfrentan a la coyuntura financiera de restricción
de crédito, igual que el resto de la sociedad), el poder político de la Derecha
ha abusado de sus relaciones con una banca acreedora, igualmente necesitada de
apoyo aéreo, para ejercer su influencia en el nombramiento de nada menos que los tres
nuevos directores de El País, El Mundo y La Vanguardia. Incluso en los niveles
más cercanos padecemos esta suerte de purgas -más duras en lo personal, por tratarse de trabajadores menos privilegiados- cuando en el diario decano de la
prensa de mi ciudad, la jefatura de redacción está ocupada por la ex
responsable de prensa de Francisco Álvarez-Cascos (siendo su partido quien ocupa
la alcaldía y decide discrecionalmente el uso de los presupuestos de promoción
del ayuntamiento y de las empresas municipales y al que monótonamente le hace de altavoz).
No debemos resignarnos a ser
ciudadanos desinformados, aunque si es natural que nos vayamos despegando de la
fidelidad a los medios de comunicación tal y como los concebíamos en tanto fuentes veraces de información, consistentes en cuanto a creación
de opinión y plurales como espacios de debate. Es el tiempo el que nos va enseñando a "descreernos" y a poner la distancia necesaria entre lo que a veces se nos dice
que sucede y la realidad que percibimos.
En este escenario adverso, debemos sacar ventaja de las oportunidades que las nuevas tecnologías de la información nos permiten para acceder a múltiples originadores de contenidos, comparar entre ellos está al alcance de simples clicks (y es cada vez más aconsejable); y la posibilidad de crear y publicar nuestros propios contenidos -como este- es más accesible que nunca. Aprenderemos, por pura supervivencia de nuestro instinto ciudadano, a distinguir el trigo de la paja.